Eldrick Tont Woods protagonizó este domingo su regreso triunfal a la cima del golf mundial. A los 43 años, después de tropiezos múltiples en su vida personal y de una larga lucha para recuperar su mejor juego tras una seguidilla de lesiones que no le dieron tregua, Tiger acaba de consagrarse campeón del Masters de Augusta tras una última vuelta brillante. Es su primer Major en 11 años. Vuelve a calzarse el preciado saco verde por primera vez desde 2005. Impresionante. ¿Irá de vuelta por el número uno del mundo?
«¿Podré alguna vez volver a vivir sin dolor? Iba más allá del deporte. No me podía sentar. No podía caminar. No me podía acostar. Creo que mis hijos ahora entienden un poco lo que hace su papá. Y ahora saben lo que su papá puede hacer en un campo de golf. Muchas veces ellos relacionaban el golf con el dolor. Ahora conocen la parte linda. A mí todavía me cuesta creer que acabo de ganar el Tour Championship”, había dicho Tiger Woods en septiembre pasado, cuando volvió a ganar por el circuito luego de 5 años de sequía.
Aquel fue su título N°80. Nadie esperaba, realmente, que el 81 llegara ante la mirada del planeta del golf en Augusta. Ahora está un título de Sam Snead –el mayor ganador de la historia en el deporte de los palos– y ocho por encima de otra leyenda, Jack Nicklaus, que sumó 73 a lo largo de su prolífica carrera.
La comparación sirve para dimensionar su estatura de deportista. Vale revisar su recorrido en los Majors. Con este llegó a los 15 festejos en los torneos más grandes. Sigue siendo el segundo mejor de la historia en este rubro que por ahora tiene a Nicklaus como máximo ganador.
¿Irá a la caza del Oso Dorado? ¿A quién le cabe duda? Si pudo volver a ganar después de tantos padecimientos en su vida en los que «regaló» 11 años sin grandes festejos.
Las lesiones, que venían asomando, terminaron de explotar a finales de 2008. La rodilla izquierda, que lo habían empezado a aquejar en 1994, lo obligó a pasar por una cirugía para extirpar un tumor benigno. También debió someterse a una artroscopía y la pasó mal con una lesión en el ligamento cruzado anterior. Pero también su vida personal comenzaba a desmoronarse.
Un accidente automovilístico en 2009 fue el comienzo de un tobogán que lo hizo conocer el infierno. Reconoció en público el adulterio y debió sacar a la luz su adicción al sexo. Las consecuencias fueron tremendas para su matrimonio con Elin Nordegren, pero también para su economía: la mayoría de los auspiciantes lo abandonaron por la pésima imagen que había pasado a transmitir quien hasta entonces era un símbolo de la comunidad negra y un foco de admiración para la gran mayoría de los estadounidenses.
En 2013 tuvo su último año exitoso a nivel deportivo hasta este renacimiento propio de un elegido. En aquella temporada recuperó el primer lugar del ranking mundial, pero sería por poco tiempo. El WGC Bridgestone Invitational, que obtuvo el 4 de agosto, sería por mucho tiempo su último título.
Entre 2014 y 2017 la espalda comenzó a castigarlo con crueldad con pinzamientos primero y más tarde con un disco que lo tenía a maltraer. Tuvo que someterse a tres operaciones en igual cantidad de años.
A fines de 2017, desde el puesto 1.199 del ranking, volvería a intentarlo, con la esperanza única de disfrutar del deporte nuevamente. Pero el juego empezó a fluir. Seis torneos entre los 10 mejores y el segundo puesto, luchando hasta el final, en el PGA Championship, dieron cuenta de su regreso a los primeros planos. El triunfo en septiembre pasado en el Tour Championship fue el corolario de una mejora que nadie, ni el propio Woods, habría imaginado.
Ahora le tocó volver a ganar un Major. Lo hizo tras una última vuelta sólida, sin fisuras, que le permitió sacar ventaja sobre sus tres escoltas en Augusta, un lugar en el que sólo ganan elegidos. Todos los récords de golf comienzan a sentir el sonido de su swing a sabiendas de que pueden quedar en sus manos. Es que el Tigre está de vuelta.