Roger Federer nunca se fue, pese a que algunos detractores creyeran que no volvería a ganar nunca más un Grand Slam. Su talento, unido al trabajo, clarividencia táctica e inteligencia emocional a los 37 años le permiten seguir en lo más alto del tenis mundial. El viernes el suizo jugó a lo que quiso con Rafa Nadal, que venía de pasarle por encima en Roland Garros. Wimbledon, su particular jardín, tendrá en la final al mejor jugador de la historia de esta superfice. Eso sí, si Federer quiere alzarse con su noveno entorchado en el All England Club tendrá que atravesar una puerta hasta ahora inaccesible para él. Como lo oyen, al hombre de todos los records todavía le quedan retos por cumplir.
Y es que, tras más de 20 temporadas como profesional, Federer todavía no ha conseguido ganar a Rafa Nadal y a Novak Dojovic, los otros dos componentes del afamado ‘big three’, en un mismo Grand Slam. Una vez superó al balear, tendrá la oportunidad de desbloquear un nuevo hito ante el serbio el próximo domingo. No será tarea fácil, el número uno le ha ganado en dos de sus tres enfrentamientos en Londres. No solo eso, además lo ha hecho en finales: la del 2014 y la del 2015. Le tiene tomada la medida en los momentos que más duelen.
Roger está en un tramo decisivo de su carrera y sabe que cualquier oportunidad puede ser la última. La meta se divisa no muy lejos, pero la munición cada vez escasea más. No juega con presión y no es favorito, por lo que no tiene nada que perder, aunque su legado sí le importe. La diferencia de edad con sus más inmediatos perseguidores es de cuatro años con Rafa y cinco con Djokovic. Ambos se encuentran todavía a un nivel excelente y, con los jóvenes aún lejos en términos de regularidad, el de Basilea es consciente de que existen serias probabilidades de que le superen en númeron de Grand Slam al término de sus carreras deportivas.
Un camino más asequible
Federer disfruta de una condición física excelente, muy ágil de pies, y se encuentra cerca de los dobles dígitos en el grande inglés. No ha rehusado los intercambios en semifinales con Rafa, lo que da buena cuenta de la seguridad que en este momento emana, y, de levantar los brazos ante Djokovic, daría un paso de gigante para intentar entrar junto al manacorí en el selecto club de jugadores con diez o más trofeos del mismo Grand Slam (el balear ostenta doce en la tierra de Roland Garros).
Los responsables de Wimbledon, que tienen sus propios criterios a la hora de ajustar el cuadro del torneo y no respetan el ranking de la ATP, le auparon como cabeza de serie numero dos en detrimento de Nadal, decisión que no gustó al balear, como es lógico, lo que le permitió recorrer un camino hasta semifinales más asequible. De este modo, Federer, que ha gestionado de forma excelente su desgaste durante estas semanas, se encuentra ante la gran ocasión en mucho tiempo de desbancar a sus principales contendientes en el circuito y coronarse, ante un público que le idolatra, como rey de la hierba dos años después.
Son ya más de 100 victorias para él en este emblemático torneo, la última a base de asfixiar a Rafa desde un certero resto tanto de revés como de ‘drive’. Roger es el tercer tenista más vetarano en una final de Grand Slam, segundo en Wimbledon tras Ken Rosewall, que perdió la final de 1974 rozando las 40 primaveras y también destacó desde muy joven. El suizo espera no repetir su historia y ampliar una leyenda única que, por lo que vemos, aún es incombustible.