Segunda victoria en el Tour del ciclista colombiano, que supera a Sagan y a Greipel en la recta de Sarzeau.
Fernando, se llama; FernanDos, le han bautizado en su equipo después de ganar su segunda etapa en el Tour; FernanDios, habría que llamarle a Fernando Gaviria por la manera en la que dominó el sprint, casi creándolo de la nada, en la larguísima recta bretona junto al golfo del Morbihan, y el viento que lleva sal de Guérande en suspensión le daba en la cara.
El viento de cara había condenado minutos antes una fuga de cuatro que habían flirteado con la idea del imposible, y habían soñado con que al final del día brindarían con champagne felices por haber derrotado no al pelotón despistado, sino a todos los modelos matemáticos, bigdatas y apostantes online que habían decidido desde el mediodía que no iban a ninguna parte. Cómo se iban a reír entonces celebrando el triunfo del hombre y su voluntad sobre las leyes de la ciencia. Demasiada soberbia para ser considerada humana, por supuesto. Esa tarea solo la ha afrontado triunfante Gaviria, de La Ceja, Antioquia, Colombia. 23 años. FernanDios.
En la jerarquía de grandes sprinters de lengua española, Gaviria ya le disputa la cumbre a Miguel Poblet, ganador de dos San Remos, y a Óscar Freire, tres San Remos y tres Mundiales, y etapas en el Tour ambos. Es como ellos, pero es distinto. Más que hispano, raza de llegadores pequeños y ágiles, con capacidad de salto en los últimos metros, Gaviria es más belga o italiano, de potencia larga, y mucho recorrido. Más puro. Pero tampoco. Gaviria, debutante en el Tour, es único como único fue su sprint en Bretaña, donde sucumbieron tras su rueda dos de los más grandes de la época, Peter Sagan (28 años, 109 victorias en la carrera, ocho etapas en el Tour) y André Greipel (35 años, 153 victorias en su carrera, 11 etapas en el Tour).
A más de 500m aún de la recta interminable, Max Richeze, argentino y lanzador privado, guio a Gaviria por entre la confusión y lo sacó a la luz y al viento por entre las vallas de la izquierda. Colosal estuvo en su esfuerzo progresivo Richeze, pero a poco más de 300m ya dijo basta. Solo ante una recta desierta, Gaviria debió lanzarse. No había marcha atrás. Su motor revolucionado había pasado el punto de no retorno. Todos los que lo vieron, tan lejos, tan solo, tan lanzado ya, lo condenaron. A su rueda, Greipel, terrible, esperaba su distancia. Cuando la halló se lanzó y lo superó. En el 99% de los casos, el sprinter así superado se rinde: no hay fuerza humana para mantener y mantener la velocidad. Gaviria no se rindió. Mostró una velocidad resistente inaudita y, según se acercaba la raya final recuperó espacio y fue Greipel el que tuvo que levantar el pie. Derrotado. Sagan, el último que arrancó, también le superó por dentro.