James Rodríguez es un mar de dudas en lo que a su futuro se refiere. El mediapunta colombiano, cedido por el equipo blanco en el Bayern de Múnich desde la temporada pasada y hasta el final de la presente, venía barruntando desde hace meses la idea de regresar al Madrid cuando finalice su préstamo con el equipo bávaro, siempre que éste no ejerza la opción de compra que tiene de 42 millones de euros (ya pagó 13 por la cesión por dos temporadas). Pero sus última semanas en el equipo bávaro y la vuelta de Zidane al banquillo del Madrid ha supuesto un vuelco para él.
El camino de James en el Bayern ha sido una montaña rusa: empezó el curso pasado contando con mucha confianza por parte de Ancelotti, luego con Heynckes también la disfrutó, aunque más irregularmente, y esta campaña le costó entrar en los planes habituales de Niko Kovac hasta este tramo final, en el que el técnico ha cambiado el dibujo a un 4-2-3-1 con mediapunta puro que favorece las cualidades del colombiano. De este modo, ha sido titular en las últimas ocho jornadas de Bundesliga (en las que ha hecho cuatro goles y dado tres asistencias) y en los dos partidos del cruce de octavos de Champions, perdido ante el Liverpool de Klopp.
Mucho se ha escrito alrededor de si el Bayern se quedaría o no con James: en un primer momento, el curso pasado, el diario Bild llegó a publicar que la decisión de hacerlo estaba tomada, pero la poca confianza de Kovac al inicio de este curso cambió los planes. A finales del pasado mes de febrero, Uli Hoeness (presidente del Bayern) dijo: “La opción es válida hasta mediados de mayo. Todo depende de lo que diga Kovac, si lo quiere o no. Pero no voy a gastar 42 millones de euros por alguien que no juega. Si el entrenador me dice que lo necesita y planea hacer uso de sus condiciones, entonces lo firmaremos”.
James-Kovac: una relación complicada
Con semejante panorama, parecía claro que el Bayern no iba a quedarse con el futbolista, pero el repunte en el rendimiento del cafetero y de la confianza de Kovac en él ha provocado también un cambio en la retórica del club muniqués. “Estoy seguro de que James jugará con nosotros la próxima temporada. Estoy seguro de que Kovac aprecia sus cualidades y de que no hay ningún problema entre los dos”, dijo Rummenigge, director-gerente del club, hace apenas unos días.
A la espera de lo que decida el Bayern, que tiene la última palabra, James tenía claro que su deseo era regresar a Madrid para ser parte del nuevo proyecto blanco; se siente más adaptado en la capital española que en Alemania, como demuestra que viene de visita cada vez que tiene días libres. Pero el regreso de Zidane le obliga a replantearse cosas. La relación entre el francés y el colombiano no es la mejor, pese a que el jugador intentó quitarle hierro al asunto: “No sé si hubo ‘feeling’ o no, pero cada entrenador tiene sus gustos y lo respeto. No puedo decir que fuera injusto”.
En la temporada 2015-16 el colombiano ya perdió mucho peso, no siendo titular en la final de Milán ante el Atleti; y en la 2016-17 su caída fue mucho mayor, perdiendo la batalla con Isco y siendo uno de los descartes de Zidane para la final de Champions de Cardiff ante la Juventus. Llegó a poner en duda su continuidad en diciembre de 2016, tras ganar el Mundial de Clubes: “No tengo claro que siga, tengo ofertas. Soy feliz en Madrid, pero quiero jugar más”.
No le llegaron más minutos en los meses posteriores y Zidane solicitó su salida; ante la falta de ofertas en firme por un jugador que, en verano de 2014, había costado 75 millones de euros, el club blanco aceptó la oferta de cesión del Bayern por dos años, con la esperanza de que haga efectiva la opción de compra para recaudar 55 millones entre la misma y el pago por la cesión, además del ahorro en ficha del jugador en estos dos años. Hace unas semanas, el deseo volvía a ser contar con el colombiano el curso que viene, sobre todo ante la posible salida de Isco; ahora, con Zidane de por medio, todo ha cambiado.